La Xbox One y la PS4 nos traicionaron. Cuando se presentaron, hace ya más de tres años, lo hicieron con la promesa de revolucionar un segmento anclado en el modelo tradicional de distribución de los videojuegos. Si querías un juego, nos dijeron, ya no tendrías que comprarlo en caja. Las descargas eran la verdadera revolución. No sus potente hardware, sus diseños o sus renovados catálogos. No. La transformación era la que había planteado Steam en el mundo del PC, y la que esperábamos en el mundo de las consolas.
Eso nunca llegó a ocurrir. Microsoft tuvo que dar marcha atrás tras una comunicación atroz en la que confundió a todos con todo, mientras que Sony se rendía al modelo tradicional a pesar de habernos prometido algo muy distinto con Gaikai. De descargas (casi) nada, acabaron diciendo ambas empresas. La caja seguiría siendo clave para la Xbox One y la PS4.
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